domingo, 21 de junio de 2015

MI PADRE GRITA "¡GOL HIJUEPUTA!"


"¡Hijueputa!" retumbaba por toda la casa cada vez que la Selección Colombia jugaba, ya fuera por intentos de gol, anotaciones propias o del contrincante. La alegría o la irá era lo que marcaba la diferencia. Mi padre gritaba el madrazo y mi mamá le respondía con uno más fuerte.

Actuaban como niños, me irritaban, no los entendía. Pensaba en salir corriendo o en taparles la boca, me parecía ridículo que insultaran a un televisor. Era inconcebible cómo pasaban de sonrientes a coléricos, cómo se estremecían, sudaban, se revolcaban y saltaban sobre la cama por una manada de ovejas pastoreadas por un balón. Al menos eso me parecían los jugadores de fútbol y la única diferencia que veía entre ellos era el uniforme.

Mi padre disfrutaba del fútbol como loco, tuvo varios equipos y jugaba como portero cada fin de semana. De los trofeos que ganó, ya quedan pocos, se han ido desechando porque no hay lugar para ponerlos todos. Él siempre quiso tener un niño, pero tuvo cuatro mujercitas.

 En la finca donde pasábamos los fines de semana, armábamos dos porterías con tubos o poníamos ladrillos.  Mi madre me tenía que insistir, hasta enojarse, para que yo jugara con ellos y mi hermana. Siempre me ha gustado el deporte, pero el fútbol no me hacía gracia. Sin embargo, terminaba corriendo en la "cancha" para evitar problemas.

Con el paso del tiempo me convertí en la goleadora estrella de mi padre y me gustó. En cada paseo invitábamos amigos o familiares y no podía faltar un "picadito". Nunca nos hizo falta un árbitro porque la pasábamos mejor cometiendo faltas. Mi papá siempre terminaba con golpes y aruñones hechos por mi madre, que jugaba en el equipo contrario.

Seis años después no me convertí en futbolista, ni en hincha empedernida de todo seleccionado o club de moda, pero dentro de mí, se despertó una pasión que no había podido descifrar hasta ahora. Un frenesí del que mi madre se aterra y alegra, aunque a ella parece habérsele acabado. Quizá le hace falta su motivación, ese hombre al que le saltaba encima para celebrar cuando Colombia metía gol.

Cuatro días del padre en los que él no está se cumplen hoy, justo el día en que la Selección se disputa la clasificación a los cuartos de final en la Copa América. Tuve la oportunidad de disfrutar de la pasión del fútbol con papá y la desaproveché.

Hoy él no está en carne y hueso para deleitarse con el osado equipo que tenemos, pero se quedó en mí. Me inquieto, sudo, los pelos se me ponen de punta, brinco en la cama, sonrío y me enojo. "¡Hijueputa!" grité una y otra vez en el Mundial pasado y lo sigo haciendo ahora por nuestra selección.