sábado, 30 de marzo de 2013


¿El nuevo papa la tiene clara?


Francisco y sus asomos de humildad.

Atributo necesario de un "representante de Dios en la tierra", que por supuesto, más que oficiar misas y ser obispo de Roma es un líder, con la gran responsabilidad de guiar y dar ejemplo a millones de personas que profesan la religión católica en el mundo.

La intenciones  del sumo pontífice han empezado a  interpretarse después de que se paseara por el vaticano y saliera al balcón central de la Basílica de San Pedro con los mismos modestos zapatos que recorría Buenos Aires.  Y han quedado aún más claras al rechazar el coche oficial de la Santa Sede -el papa móvil-  y movilizarse en bus,  cancelar la cuenta de la residencia donde se alojó en los días previos al conclave, saludar a cuanto fiel encuentra en su camino y pedirle a su sastre oficial, el  colombiano Luis Abel Delgado, que no lo llamara su santidad sino Francisco y manifestarle que deseaba sus ornamentos más sencillos y sin nada de lujo.

Es curioso que a lo largo de la historia papal pocos actos de esta magnitud se hayan evidenciado en el comportamiento de un padre santo.  Porque sí bien Juan pablo ll  fue reconocido por su nobleza e interés por la fe, la moral y los derechos humanos, aceptó gratamente los numerosos beneficios concedidos por la iglesia, como su ostentoso atuendo, sus Mercedes 300 SEL tipo Landaulet, las comodidades residenciales y muchos otros, adoptados también por todos los ex sucesores de Pedro, como también se les conoce.  

Quizá nos encontramos en una época menos creyente, donde al ponerse todo en duda es necesario optar por una estrategia verosímil. Una táctica para disimular previas irregularidades de la iglesia, rumores acerca de mafia y corrupción dentro de ella, convertidos en posibles causas de la histórica renuncia de un Vicario de Cristo.

Mucho hay por pensar con los continuos y bondadosos actos de su santidad, perdón de Francisco porque con tal magnanimidad creo que me permitirá llamarlo así. Esperemos y tengamos fe de que su humildad y nobleza sea desinteresada, que logre cambiar esa concepción de dioses de nuestros vecinos los argentinos y deje el legado de los latinoamericanos como verdaderos líderes altruistas.  

sábado, 23 de marzo de 2013

“FOFO”, EL LUCHADOR




Su última moneda de 50 pesos cayó dentro de la maquinita de juegos de la chancera, pero ninguna más salió de nuevo, ese era un día con poca suerte para Adolfo León Arango Londoño.

 Algo similar le sucedía hace treinta y tres años cuando en un juego de cartas apostaba las obleas que su madre le encargaba para vender y terminaba perdiéndolas con sus amigos. La diferencia es que ahora a sus 46 años, aun viviendo con su madre, ella no lo castiga con una “pela” sino que entiende su pasión por este juego y sabe que es de lo poco que lo entretiene y divierte desde hace veinte años, después de que su vida diera un giro inesperado.

Hace veinte años, cuando Adolfo tenia 26, se levantó una mañana y notó que algo en su cuerpo no andaba bien, sentía toda su parte izquierda inmóvil. Sus grandes ojos negros solo podían mirar hacia un lado porque le era imposible girar su cabeza hacia el frente. La preocupación de su familia era indudable pero nunca se imaginaron a que punto llegaría este infortunio.

El medico le receto cantidad y variedad de medicamentos. Después de unos días, la parálisis cesó, lo que tranquilizó a su familia y a él mismo, pensaron que solo era una enfermedad momentánea, causada por los baños de agua helada, que él solía darse después de un caluroso día de trabajo.

No obstante, al cabo de ocho meses, el martirio continúo. Adolfo no se sentía sano, estaba sufriendo una enfermedad poco común, cuyo nombre conoció varios años después. Los médicos y especialistas no comprendían de qué se trataba, los exámenes apuntaban a serios daños en su sistema nervioso pero no descifraban el nombre del padecimiento, ni mucho menos una solución para este.

Adolfo sufre una Distonía Muscular Deformante (DMD), síndrome clínico caracterizado por la existencia de contracciones musculares involuntarias, prolongadas, que provocan movimientos espasmódicos repetitivos de torsión o posturas anormales.

La DMD de Adolfo es de tipo Focal, lo que quiere decir que existe lesión en un área muy restringida del cerebro y afecta a una región localizada del cuerpo, en su caso, el brazo izquierdo, pie izquierdo y parte izquierda de su rostro, por esta razón la situación de Adolfo es difícil de tratar.

A estas alturas, Adolfo ha tenido que padecer más de 400 inyecciones dolorosas y 400 más, un poco menos, así mismo, incontables números de pastas (actualmente se toma cuatro diarias) y cinco operaciones de cerebro, para las que su corta, pero vasta, cabellera negra ha tenido que ser cortada del todo.

En el interior de su velludo pecho, Adolfo lleva incrustada una pila, la cual es controlada por un control parecido a un control remoto. La pila esta conectada a varios cables que le atraviesan el interior de su cuello y suben al cerebro.

Hace tres años que le adaptaron este mecanismo con la intención de controlar sus movimientos y permitirle abrir sus ojos por una mayor cantidad de tiempo, sin necesidad de pastillas. Sin embargo, como expresa su hermana María Inés Arango, con la mirada irritada: “Esa pila no le sirvió de nada, eso era un experimento de los médicos, antes él estaba mejor.”
 Adolfo no tiene complicaciones intelectuales o algún tipo de trastorno mental. Pero las personas a las que tiene que enfrentarse a diario, sea en la iglesia, en la clínica, en las maquinitas tragamonedas o en la puerta de su casa siempre se han detenido a mirarlo y lo primero que concluyen trasciende a este tipo de enfermedad.

En su casa, donde pasa la mayor parte del tiempo, Adolfo vive acompañado de doña Mariela, su madre de 77 años. Y a pesar de que él es quien responde por lo necesario en su hogar, gracias a su pensión de jefe de caddies de hace veinte años, sigue siendo el niño regañado por su madre, apreciado por sus vecinos, quienes le tienen un gran respeto y se han convertido en sus amigos y consentido por su familia, quienes lo llaman de cariño Fofo.

 Si por algo se caracteriza este hombre de barba y pelo en pecho; es por su ternura, respeto, amabilidad y generosidad. No es sino que alguien diga que necesita un favor, para que se ofrezca de inmediato en hacerlo, siempre y cuando su condición se lo permita. Sin embargo, su notable peculiaridad de acomedido hace que doña Mariela lo juzgue diciendo: “Es que él es más bien atacado, porque suele ser inoportuno, estresante y termina haciendo daños”.


Igualmente, las sobrinas que Adolfo más aprecia y que viven enseguida de su casa, lo consideran a veces desesperante y paranoico, afirman que desde pequeñas él se estresaba y desesperaba si salían a jugar y ahora él siempre esta revisando las puertas, las empuja varias veces para asegurarse que estén cerradas y así se la pasa gran parte del día.

No obstante, ellas aseguran que Fofo, como lo llaman, es el tío a quien más quieren y valoran, no por la condición de salud en que se encuentra, sino por su excelente personalidad y por todo el cariño que les ha ofrecido desde que eran unas pequeñas.

Un día cotidiano de la vida de Adolfo se traduce a levantarse temprano, comprar el diario; para un delicioso almuerzo hecho por su madre, hacer los quehaceres domésticos, salir muchas veces a la tienda, a la panadería; para comprar los dulces que le encantan, o a la chancera para hacer un chance o a lo que más le divierte - aparte de ver los partidos de fútbol del Deportes Quindío- : jugar en las maquinas tragamonedas.

Sin que todavía haya hecho efecto la pastilla de las tres, con su única mano completamente móvil, Adolfo hace un esfuerzo por abrir sus grandes, pero poco visibles ojos, para responder mirándome de frente: “No, no recuerdo mi ultima relación amorosa, ni mi ultimo momento de verdadera diversión o felicidad, creo que eso fue hace mucho tiempo”.

A estas alturas, lo único que satisface de alguna manera y entretiene a este tierno personaje es una buena y abundante comida; aunque él come de todo sin chistar y lo disfruta, una tarde de juegos de maquinitas o un buen partido de fútbol; sobretodo si es del equipo de quién se declaró hincha desde hace años: su Deportes Quindío.

 Adolfo expresa, con nostalgia reflejada en su rostro, que cuando estaba algo más aliviado solía ir a todos los partidos de su equipo, a los cuales era llevado por el cuñado al que más quería y con el que compartía esta pasión, el padre de sus sobrinas preferidas. Los dos se divertían jugando fútbol y asistiendo a cuantos partidos de diferentes equipos pudieran. Pero ahora, con su enfermedad más prolongada y después de un año de la muerte de su cuñado, para Adolfo es mucho más difícil y realmente, no le dan muchos ánimos.

 Adolfo ha tenido que convivir veinte años con esta enfermedad. Veinte años en los que acciones de la vida diaria, prácticamente ejecutadas con una sola mano,  se le convirtieron en una travesía.

Veinte años arrastrando uno de sus pies al caminar, sin poder poner su cabeza completamente de frente, sin poder abrir totalmente los ojos, sin poder hablar claramente, sin poder trabajar, sin tener alguna relación amorosa o algo que se le parezca, sin un día de extrema diversión, veinte años de una vida a medias sin grandes emociones.     

Adolfo, siendo un hombre creyente en Dios, católico, se pregunta cada día qué fue lo que hizo tan mal que Dios lo castigo de esta manera, aún no entiende por qué le toco a él y en qué momento su vida de un hombre normal, apuesto, trabajador, con muchas amistades, novias, pasiones, se convirtió en una vida distorsionada sin rumbo, sin más aspiraciones que pasar el día  y sobrevivir.

Con el paso de los años, Adolfo se ha adaptado y acostumbrado a este nivel de vida, pero en su interior va acumulando optimismo, con la esperanza de ser sanado, sino fue por los números médicos porque fue y sigue siendo tratado, que sea por obra de Dios. Empero, en la vida de Adolfo Arango solo existe una palabra que el asume con motivación: Resignación. 

AUTOPERFIL



“MI MAYOR MOTIVACIÓN PARA TRIUNFAR ES QUE MI ÁNGEL SE SIENTA EL PADRE MÁS ORGULLOSO” Natalia Delgado Arango


Observando por la ventanilla del auto el extenso paisaje cafetero, Natalia recordaba los pasados domingos  en que salía de paseo con su familia. La expresión de su rostro formaba un hibrido entre la emoción de pasear después de mucho tiempo y la tristeza que le causaba recordar  los esplendidos viajes con su padre. Imaginaba lo increíble que era cuando él conducía mientras hacía bromas que amenizaban el trayecto.  Natalia dejó de mirar por un momento hacía afuera del auto y miró hacia adelante donde se encontraban su madre y su hermana, luego giro la cabeza y observó a su tía, quién se encontraba a su lado e inmediatamente sin producir palabra se comunicó con su triste mirada y las lagrimas mutuas fueron inevitables.  

Desde la muerte de su padre, Omar, Natalia Delgado, ha tenido infinidades de momentos similares, porque infinitos son también los recuerdos junto a él. Muchas veces esos recuerdos le originan lágrimas de tristeza y otras tantas, de felicidad. Pero lo que menos soporta son aquellos momentos de desesperación que se generan con una simple película, fotografía o comentario,   que involucren muerte, dolor, sufrimiento, hospitales  o lo que se convirtió en su mayor temor y lo más odiado por su corazón, el cáncer.

La responsabilidad y la pasión por la música han caracterizado la personalidad de Natalia durante años. Ella sabe lo orgulloso que se sentía su padre tanto de ella como de su hermana mayor. Para él era emocionante escuchar a su hija menor entonar una canción en su guitarra con aires de principiante u observar las excelentes calificaciones de sus dos mujercitas plasmadas en el boletín escolar cada periodo.  Natalia,  estudiante de IV semestre de comunicación social –periodismo,  a sus 18 años, más que tener claro lo que quiere, tiene claro lo que no quiere ser y eso se traduce a una decepción para ese padre que se vanagloriaba tanto de sus hijas. “Mi mayor motivación para triunfar es que mi ángel se sienta el padre más orgulloso” revela Natalia con gran sentimiento.

Hace poco en la universidad, Katherine pinzón, una compañera de Natalia le observo unas leves lágrimas en sus ojos cuando el profesor de publicidad mostraba a la clase una imagen de un enfermo hospitalizado.  “Tal vez lucía como su padre antes de morir, el enfermo de la imagen estaba muy delgado y conectado a muchos aparatos” expresa Katherine. Por su  parte Natalia declara que en ese momento  llegaron todos los recuerdos del día más triste y el peor de su vida. Ella describe¸ con odio y dolor en el corazón, los últimos minutos de vida de su padre el 29 de Agosto del 2011. Mientras  ella, su madre y su hermana sostenían a Omar en el baño de la clínica, conectado a una maquina que le controlaba la droga y los líquidos y con una máscara de oxigeno en su nariz, de un momento a otro sus ojos comenzaron a voltearse y su cuerpo era cada vez más inestable, hasta que en un baño de vomito nasal y bucal, él cae sobre los brazos de las tres mujeres que más lo aman en el mundo.

A pesar de que Natalia se siente muy identificada con su madre, quien ha sido siempre la encargada de la toma de decisiones respecto a sus hijas, ella solía ser también muy apegada a su padre. Lo considera el hombre más decente y generoso que ha conocido y reitera su amor infinito por él.

Aunque Natalia lleva un profundo dolor en su corazón y su vida dio un gran giro después de la partida de aquel ser, ella intenta levantarse cada mañana pensando en qué hará para nutrir de orgullo a su ángel, como ella lo llama. Con tranquilidad y una sonrisa en su rostro, ella habla de su infortunio como una motivación para ser mejor.´