sábado, 5 de julio de 2014


JÓVENES Y DROGA: LA NUEVA LIBERTAD DE "SIMÓN BOLÍVAR"



Reportaje ganador en la categoría Mejor Reportaje Escrito, Premios Te Muestra Universidad del Quindío. Publicado en el Diario Regional La Crónica del Quindío y en revistaposdata.wordpress.com


Barrio Simón Bolívar, Armenia-Quindío
Es común ver al "parche" en el nacimiento del barrio Simón Bolívar de Armenia. Un grupo de amigos entre ellos, varios menores de edad, usualmente envueltos en una nube de humo. "Yo fumo porque con la droga me siento relajado, me despreocupo de los problemas, en estos momentos estoy trabado", expresa *Damian, un joven de 18 años que consume desde los 16 y se aparto del colegio cuando cursaba octavo grado. Ahora se dedica a vender mora y según él no solo invierte su ganancias en la droga sino que colabora económicamente en su hogar.

Este joven  de aretes, rastas en su cabello, gorra, pircings en lengua, rostro y orejas, tatuajes en varias partes del cuerpo,  muestra con orgullo la parte inferior de su brazo derecho,  para hacer entender al que le pregunta por una posible deserción de las drogas, que la mata de marihuana, allí tatuada, irá con él para toda la vida. Al igual que la rebeldía del Bart Simpson que también lleva plasmado en su piel.

Damian es integrante del "parche". Consumir marihuana es aún más necesario para ellos, que comer las tres comidas del día.  El estudio ya nos les parece ni importante, ni atractivo,  ni indispensable y esta fuera del diminuto proyecto de vida de cada uno desde hace tiempo. "Nosotros consumimos todos los días, mañana, tarde y noche, entre más efecto mejor, si usted tiene para fumar sigue fumando", manifiesta *Milton, otro chico de 18 años que esconde sus grandes ojos verdes detrás de la irritación rojiza que le produce esta hierba.

Estos muchachos, que aseguran comandar el barrio, pero respetando a la comunidad, también consumen cripa, otra especie de marihuana pero manipulada en laboratorios, la cual ocasiona más efectos que la regular. Además, han probado desde pegante hasta pepas alucinógenas. No obstante al nombrar la heroína,  sus rostros expresan temor y  desprecio. Aseguran no consumirla y jamás llegarlo a hacer.

El Simón Bolívar parece dividirse en dos, ya que una carretera destapada lo fracciona. Según el grupo de muchachos la primera parte, donde ellos viven, es la más sana y la ultima la más dañada.  "Del destapado hacia arriba es una banda y hacia abajo es otra, pero a veces cuando los de arriba bajan, nunca más vuelven a subir", explica *Ronald, un joven consumidor de 16 años.

Ronald es un joven amable, colaborador, respetuoso e inteligente. Es querido por sus compañeros, amigos y profesores, quienes destacan grandes capacidades en él y talento para salir adelante. Él es el único miembro de este grupo de amigos que continua estudiando, por lo que, algunos de sus profesores consideran que es todavía salvable.

María Inés Arango, docente de la Institución Educativa Bosques De Pinares, donde han estudiado estos jóvenes adictos, manifiesta que la mayoría de ellos, han dejado el colegio por que han preferido la droga por encima de su formación académica.

Según ella, a pesar de los esfuerzos hechos por todos los docentes, coordinadores y rectora es difícil apartarlos del contexto en que se formaron, ya que desde niños están comprando la droga para sus mismos padres y parientes, como si fueran a comprar el pan para el desayuno. "Desde el 2005 que inicie en esta institución, han asesinado a más de una docena de mis estudiantes por problemas de droga, ya sea microtráfico o consumo", expresa la docente.

Hurto y droga

Como afirma la profesora, al dejar el colegio los jóvenes se ven más propensos a sumirse definitivamente en el mundo de la droga y si no se encuentra una solución rápida cada vez el problema empeora y tiene más consecuencias graves tanto para ellos como para la comunidad.

*Julián es un joven "heroínico"-termino que utilizan los jóvenes para referirse a los consumidores de heroína en el barrio- tiene 22 años y vive en la parte baja del Simón, después del destapado. Dejó el colegio hace 10 años cuando se encontraba en sexto grado. Su aspecto es lamentable, es joven pero aparenta 10 años más de los que tiene. Su cuerpo es tan delgado que sus sucias vestiduras parecen colgadas de él.  Su mirada está constantemente perdida y sus ojos parecen no estar coordinados. Acercarse a él genera un escalofrió instantáneo y es inevitable percatarse del color oscuro de sus dientes y los espacios entre ellos, así como de su sucia piel y  los claros moretones en las articulaciones de los brazos.

Julián afirma que sin la heroína le es imposible vivir, porque la desesperación es exagerada. "Si yo no meto, me da dolor de barriga, escalofríos y ganas de vomitar". Así mismo, confiesa que roba para poder adquirir el narcótico. Lo hace solo o con un compañero, ya sea a mano armada, con el arma que sea, o  también al que le dé el "papayaso".

Este muchacho expresa con gran resentimiento, que su padre es el culpable de la vida que el escogió, puesto que no lo dejaba estudiar. Quiso obligarlo a trabajar cogiendo café, porque para él lo más importante era que su hijo aportara recursos en el hogar. Al rehusarse, su padre lo echó de la casa.

Como él, los jóvenes del "parche" de la parte superior del Simón, de los cuales solo dos trabajan, también practican el hurto. En ocasiones lo consideran necesario para comprar la droga, en especial la "yerbita".  *Jaime un joven de 20 años perteneciente a este grupo de amigos, al igual que Ronald revela que practica los "quetos", robos simulando un arma: " le digo a todo el mundo: no se me mueva que le meto un plomazo. Sin tener ningún revolver". Igualmente roba con algún tipo de artefacto intimidador.

"Así es la vuelta, las cosas se dicen como son" expresa después de su confesión. Pero aclara que no despoja de sus pertenencias a la gente del Simón, porque esa se respeta, por lo cual van al barrio Bosques De Pinares o a La Castilla.

Jaime sufrió una amputación de una parte de su cuerpo por un accidente a causa de la manipulación de pólvora. Él es el único consumidor de su parche que terminó el bachillerato.  Además  hizo un curso en el Sena.  Jaime se declara un concreto farmacodependiente, específicamente de perico, marihuana, pepas y gotas alucinógenas. Con la voz distorsionada, bajo los efectos de las pepas y la marihuana, él afirma que si no las consume no se siente bien, se deprime, las palabras no le fluyen,  le  da rabia por todo y con cualquier cosa se desestabiliza.

Mercar

Es usual ver a *Alex, un consumidor habitante de la calle subiendo por la parte trasera del bus, después de haber hablado con el conductor para que lo lleve gratis. Él es el conocido "carrito", es quien compra la marihuana o como ellos denominan es quien "merca". "Él nos compra los moños y nosotros le damos cualquier liguita", menciona Damian  para referirse a los 500 o 600 pesos que le dan a Alex, por el mandado.

La razón por la cual deben enviar a Alex a otro sector de la ciudad, específicamente a la carrera 20 de Armenia, para comprar la hierba, es porque en el barrio no se expende este tipo de droga. Allí se comercializa es heroína, pepas y bazuco.

Después del destapado,  se encuentran los viejos y nuevos puntos de expendio de estas drogas. Una casa ubicada en una de las ultimas cuadras, enfrente de las fincas que le siguen al barrio, es el antiguo recinto donde acudían adictos y revendedores para adquirir sus narcóticos. Pero después de un allanamiento de la policía, este fue abandonado. Es común escuchar el rumor de que hay cómplices en  la policía y avisan a los jíbaros cuando van a realizar allanamientos.

En los límites del Simón con el barrio Cañas Gordas,  un temido barranco enfrente de una esquina, esconde la droga que actualmente se comercializa en el sector. Como es más difícil hacerlo en una casa especifica, donde pueden atrapar a los responsables, los expendedores la guardan en agujeros allí, de tal forma que si la encuentran, no los atrapan a ellos y no tienen casa que abandonar.  Al momento de guardar o sacar mercancía, unos se ubican en las esquinas como "campaneros"  es decir, son los que atisban para que no llegue alguien ajeno a esa organización.

Muchos conocen del lugar, sin embargo nadie se acerca, excepto para consumir. Pues es claro el riesgo que se corre.

A lo largo y ancho del barrio, se pueden ver múltiples sitios desolados, o los llamados "metederos", puntos de encuentro para el consumo. Los potreros, barrancos y cañadas que limitan con el barrio, hacen que la inseguridad sea mayor. Así mismo, una cañada con un sendero que conduce al barrio Génesis limita con Cañas Gordas, a unos pasos del Simón. Allí han aparecido en los últimos años los cadáveres ocasionados por guerras entre bandos de los tres barrios, relacionadas con el consumo de estupefacientes.

Aceptación de la comunidad

"Ellos llevan una vida sin pocas aspiraciones, Pero tienen corrección. El día de mañana pueden ser honestos y trabajadores, ellos son seres humanos", dice Don Abelardo, un  hombre de edad avanzada, habitante del barrio y  trabajador del campo. Él suele charlar con tres jóvenes adictos que en ocasiones se ubican en la puerta de su casa, quienes afirman que la mayoría de los habitantes del barrio consumen droga, que eso es muy normal y que sus padres y vecinos lo aceptan, solo advierten que de ahí no pasen.

Uno de estos jóvenes, *Yeison, que frecuenta la casa de Don Abelardo, tiene 18 años y  trabaja como reciclador  en el norte de la ciudad. Su familia, como la de los demás tienen completo conocimiento de su situación, pero lo adoptan como algo muy normal.

De igual forma,  el "parche", asegura que el consumo de marihuana se da en todo el barrio, que prácticamente todos fuman y los que no lo hacen, lo ven completamente normal y rutinario,  por lo que lo aceptan. Según Damian, la comunidad  ha adoptado la "fuma" como una cultura. Incluso advierte que desde los 7 años los niños están empezando a consumir.

A plena luz del día, con un sol exorbitante el "parche" se sienta en el parque a la entrada del barrio, "trillan" la hierba, arman el "porro" se rotan uno o varios de estos "baretos", como ellos llaman al cigarrillo de marihuana o cripa. Mientras tanto, niños de 6 y 8 años juegan a su alrededor en una guerra de piedras y arena. Cuando llega la noche, el "parche" gana miembros y en los rincones del sector se empieza a percibir actividad. Una sensación de peligro se apodera del entorno lo que hace que más de un desprevenido visitante lo abandone presuroso.


 Varios de estos jóvenes fueron capturados por la policía , entre ellos Jaime, quien fue condenado a 4 años de cárcel.


·      

No hay comentarios:

Publicar un comentario