*Crónica publicada
en el periódico La Patria el 3 de diciembre del 2015.
Las manos de
Beatriz Gónzales no son tan suaves como los tomates que cosecha, ni tan jóvenes
como las cebollas que acaba de sembrar. En ellas lleva las marcas de 73 años de
vida, en los que se dedicó, en su mayoría, a atender a sus padres enfermos y a
trabajar como boticaria para ayudar a sus hermanos.
En su juventud
nunca se preocupó por concebir hijos, pero ahora con amor puede hacer nacer
hortalizas de la tierra. Zanahoria, tomate, repollo, pimentón, yuca y cilantro
son los retoños que cría y protege en compañía de su amiga Luz Mila, de 74
años, con quien vive en la vereda Nuevo Ríoclaro de Villamaría.
“Yo nunca había
sembrado ni una cebolla, empezamos a los tirones”, dice entre risas doña
Beatriz, quien agrega que desde que llegó hace tres años a vivir en casa de
Mila vio un solar espacioso en el que solo había plantas de limoncillo y
maleza. Sin embargo, solo a principios de este año decidió proponerle a su
compañera que sembraran.
De la pantalla
al campo
Lo primero que
cultivaron fue cebolla. Don Guillermo, su vecino, les ayudó a crear una amplia
era, a preparar la tierra y a comprar una arroba de la planta, en tamaño
pequeño, para trasplantarla desde otro cultivo.
Las carcajadas de
la enérgica mujer contagian a quien la oye cada vez que cuenta la primera vez
que sembró repollos y se le dañaron. “Los sembré a los berracasos (risas),
porque yo no sabía nada. Pero para la segunda siembra ya tenía el conocimiento
del Kiosko y me salió bien, ya se vendió”.
La agricultora se
refiere a lo que ha aprendido en cerca de 10 meses que lleva asistiendo al
Kiosco Vive Digital en la Escuela Nuevo Rioclaro, un salón con acceso
comunitario a internet que hace parte del programa del Ministerio de las TIC.
Según Erika Ferro,
integrante del equipo de supervisión, este proyecto busca cerrar la brecha
digital que existe en el país, capacitando en el uso de las TIC a niños,
jóvenes y adultos de veredas y corregimientos. “El caso de doña Beatriz es un
ejemplo muy chévere que nos impulsa a seguir trabajando por esta clase de
ciudadanos”, agregó Ferro.
“Muéstreme videos
de hortalizas, doña Jessica”, le dijó Beatríz a la joven gestora del Kiosko la
primera vez que asistió. Desde ese día, en que descubrió todo lo que podía
aprender por internet sobre agricultura, la activa longeva le agradece a la instructora
haciéndola reír con sus ocurrencias: “¡Ah es que aquí no dan ni un cigarrillo,
ni un tintico, qué cosas!”.
Entre 5 a 10
personas asisten a las actividades del mes, que envía el ministerio, y en los
días que no hay lecciones doña Beatriz es la usuaria más fiel del Kiosko.
Además, está invitando a más personas al punto. “Ella es la única en la vereda
que ha aplicado lo que ha aprendido, se inclinó por la siembra de hortalizas y
le ha ido muy bien”, explica con emoción Jessica Grajales, la gestora. “Se
sienta a ver los videos, toma apuntes y luego hace lo que aprende en la casa.
Ahora está viendo diseños de invernaderos para hacer uno”, reveló.
Un vivero móvil
La activa campesina
ya tiene en su cabeza el diseño del invernadero que quiere crear para proteger
sus cultivos de las diversas temperaturas. Aunque aún no sabe utilizar el
computador, ella ha visto videos e imágenes de cómo hacer uno. " Ese, ese
es el que yo quiero, es que hay estilos que me gustan más que otros. Pero ese
es muy práctico y muy bonito", proclama con entusiasmo mientras apunta con
su índice la pantalla del televisor.
Su idea es hacer un
invernadero móvil con guaduas y plástico, para cambiarlo de era cuando sea
necesario. En el colegio Fortunato Gaviria de la vereda le regalaron 15 guaduas
y ella las trasladó hasta su casa, con ayuda de don Guillermo, "a puro
hombro".
Con un regaño, ella
responde cuando le preguntan si tiene fecha definida para terminar el
invernadero: "¡Eh! Es que ni siquiera lo he empezado. Me falta el
plástico, pensamos ir a Villamaría o a Chinchiná para traerlo". Lo que más
le preocupa es que por el clima se le atrasen las cosechas. “Me va a tocar
hacer invernadero para el cilantro y otro para el repollo, porque llegan las
amigas a comprar: ¿Hay cilantro? no hay, ¿Qué hay repollo? pues no hay".
El repollo se
siembra en invierno
Después de vivir
casi 45 años en Villamaría Beatriz se fue para Manizales, pero terminó en
Rioclaro en busca de un buen retiro. En su juventud no se casó porque le daba
pereza conseguir pareja, mejor se dedicó a ayudarle a sus hermanos. Sin
embargo, cuando sus padres murieron quedó "con los pelos de punta, sola y
amargada", revela.
Por cosas de la
vida terminó en casa de doña Mila, que queda a cuatro cuadras de la Escuela. Al
caminar por el sector, un miércoles en la tarde, se puede oír el sonido de la
hierba y las aguas del Rioclaro correr metros abajo. Don Elias, el tendero, y
cuatro niños que juegan en el parque delatan a los habitantes, que parecen esconderse.
Solo quienes escucharon hace 30 años el estruendo de la avalancha del Volcán
Nevado del Ruiz que pasó por allí saben que la vereda no siempre fue así.
Detrás de la casa,
el olor a cebolla se mezcla con el de la mierda de las gallinas que Beatriz le
echa a la tierra para abonarla. Cuando es necesario, ella se levanta a las 5:00
de la mañana para regar las plantas. En el resto del día no desampara sus
cultivos, que, según ella, cada vez los tiene más "tecnificados".
"Hemos
aprendido en qué época se siembra el repollo, en este tiempo es muy bueno. Pero
es muy malito para el tomate porque no le gusta el agua. Al cilantro le gusta
el frio, no mucho, pero se defiende. La zanahoria es buena para el calor y el
frio, pero el pimentón es flojo para este último", con estas palabras Beatriz
confirma los conocimientos que adquirió en el Kiosko por medio de la
tecnología.
Para preparar las
huertas, las únicas damas de la casa pican bien la tierra, le sacan las impurezas,
piedras y raíces. Los productos que cultivan son orgánicos, no les añaden químicos
y prefieren espantar las mariposas con la toalla.
Una razón para no enloquecer
“Las primeras
semillas nos las regalaron las amigas, porque les parece mucha gracia que un
par de pollas como nosotras estemos en estas, escarbando la tierra", dice
con su pícara sonrisa "la polla" Beatriz, quien asegura que los
granos que usan son certificados y los compran en el comité de cafeteros de
Chichiná o en Manizales, cuando están "platudas".
Un aviso que dice:
"Venta de pollo, tomate, cilantro, etc." suele verse en la entrada de
la casa. La gente de la vereda ya conoce a las señoras y prefieren sus
productos orgánicos y frescos. Lo que más compran es cebolla, tomate y yuca.
Pese a que sus
hermanas y sobrinas le ayudan con dinero a Beatriz para sus necesidades, la
venta de los artículos le ha servido mucho. "Uno todas las veces no tiene
para los cigarrillos (risas) ni para ir a Chinchiná o para echar a la
olla", confiesa a carcajadas.
Antes de emprender
la huerta, un día de ella podría diferenciarse del anterior si el tinto
cambiaba de sabor o el número de cerrillas de cigarrillo aumentaba. Pero ahora,
encontró algo en qué entretenerse, sentirse activa y útil.
“Si no lo hubiéramos
hecho, ya habríamos muerto o enlocado”, dice convencida la agricultora por
quien sus sobrinos mueren de risa al conocer las gracias que hace con su amiga.
“Si tuviera por lo menos unos 40 años a nadie se la haría raro, pero a esta
edad nos levantamos muy de mañana, nos bañamos, desayunamos y al corte”,
agrega.
Las pollas de
cabellos blancos continúan asistiendo al Kiosko. En los próximos días recibirán
clases para aprender a manejar el computador y programas como Excel para
utilizarlo en sus cuentas del negocio. Asimismo, aprenderán más sobre huertos
orgánicos con un curso virtual y seguirán invitando a más entusiastas como
ellas a participar de las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías y la
confianza en sí mismo.
Una vez fue posible
que la naturaleza se ensañara contra los seres vivos de esa tierra, aquella que
años después parece más fértil, quizá, gracias a los minerales que arrojó el
Volcán. Ese mismo suelo ahora le de vida no solo a las legumbres, sino a
"las pollas" que han encontrado en las labores del campo la razón de
su vida.